martes, 20 de septiembre de 2011

EL CUALUNQUISMO DE TOMÁS ABRAHAM


Antes que nada, déjenme decirles dos cosas: 

1) Descreo de cierto discurso “populista” antiintelectualista de quienes parecen creer que estar cerca de los libros equivale necesariamente a estar lejos de la realidad. No digo que no existan “pensadores” que viven en una burbuja, pero el antiintelectualismo a priori me suele resultar una postura demagógica y pobretona;

2) Es necesario además no confundir “jerarquía” con “elitismo”. Según Terry Eagleton:

“El elitismo es una creencia en la autoridad de unos pocos selectos, lo que en términos culturales suele sugerir que los valores son o deben ser preservados por un grupo privilegiado, elegido por sí mismo o de otra manera, cuya autoridad deriva de cierto status además de su formación cultural (su origen social o religioso, por ejemplo) o sólo de su barniz cultural”.

En el sentido amplio de la palabra, jerarquía refiere a algo similar a un orden de prioridades, de modo tal que todo el mundo es jerárquico, pero no todos son elitistas.

La democracia no implica ausencia de ranking, sino por el contrario: privilegiar los intereses del pueblo como un todo sobre los intereses de los grupos poderosos y antisociales. Al decir del filósofo canadiense Charles Taylor: “Saber quién eres es estar orientado en el espacio moral, un espacio en el que surgen las preguntas sobre lo que está bien o está mal, sobre todo lo que merece hacerse y lo que  no, lo que tiene sentido e importancia para ti y lo que es trivial y secundario” (Charles Taylor, “Fuentes del yo”).

Dicho esto, prosigo:

Tomás Abraham es un “fast-thinker”, lo cual no necesariamente está mal. El tema es que sus artículos sobre la coyuntura política actual suelen desembocar en el “cualunquismo” sofisticado, que aporta poco y nada. ¿Es tan necesaria la tutela intelectual de un tipo que mastica enormes bolos alimenticios de información para vomitar opinión sobre los temas más variados? Tomás, ¿para cuándo un “no sé”?

Se sabe que la reivindicación de la “episteme” por sobre la “doxa” tiene en Platón a uno de sus máximos exponentes. Abraham no lo ignora, y por eso construye su falacia de hombre de paja para defender su derecho a escribir giladas en los diarios de mayor tirada, y así legitimar su  verborrea constante a través de los medios masivos de comunicación, quienes lo consultan sobre casi todos los temas posibles:

 “Platón decía que la opinión no tiene valor porque es cambiante y se guía por las apariencias. El conocimiento sí es perdurable ya que da cuenta de lo real, cuya característica es la permanencia. La opinión, así como la realidad a la que se refiere, tiene fecha de vencimiento y sirve para engañar y engañarnos a nosotros mismos. Es propia de sofistas”. (Abraham, “El presente  absoluto. Periodismo, política y filosofía en la Argentina del tercer milenio”, p.25).

A contramano del platonismo, filósofos como Foucault y otros tantos han reivindicado el valor de los sofistas, lo cual me parece muy acertado. 

Entiéndaseme bien: no intento postular la defensa de una mentalidad de aduanero que está presto a que no se mezclen las fronteras del conocimiento, sino que estoy reivindicando la necesidad del buen periodismo político por sobre la todología del “fast-thinker”, que habla sobre política casi sin ningún rigor.

En un muy buen libro titulado De utopías, catástrofes y esperanzas. Un camino intelectual, se reproduce una entrevista donde Terán habla del “igualitarismo”y el “cualunquismo”.

Abraham leyó el texto de Terán, y al respecto dice:


 “Debo admitir que, sin lugar a dudas, hay una total ignorancia acerca de la preparación que requiere una disciplina como la “opinología”.

Es posible que Oscar Terán no concordara conmigo –recuerdo al lector que el estimado colega falleció a principios de este año– en lo que respecta a este tema. Pero desde mi punto de vista, los cientistas sociales y los historiadores, no están necesariamente pertrechados con los conocimientos adecuados para opinar con consistencia sobre la actualidad. Tienen los ojos cansados de tanto buscar reliquias. Son ideólogos puritanos, no por ser librescos. Un opinólogo capacitado es muy libresco, pero también es oyente, televidente, parroquiano, observador de plaza, mirón de esquina, saboreador de costumbres, en suma, un baqueano urbano”.

Es conocida la cita de William James, que decía algo así como que muchos creemos estar pensando cuando en rigor lo que hacemos es reordenar nuestros prejuicios. Pues bien: me parece que los textos de opinión de Abraham sólo te ayudan a reordenar tus prejuicios. Por eso imagino que quienes están de acuerdo con su postura creen que sus textos son brillantes o que ayudan a reflexionar, y quienes están (estamos) más bien en contra creemos que se trata mayormente de “pelotudeces importantes” sin mucha sustancia.

Me parece que hoy, más que nunca, es necesario el  buen periodismo mucho antes que la proliferación de la "todología política". Según Horacio Verbitsky:

“Difundir aquello que alguien no quiere que se sepa. El resto es propaganda. Su función es poner a la vista lo que está oculto, dar testimonio y, por lo tanto, molestar. Tiene fuentes, pero no amigos. Lo que los periodistas pueden ejercer, y a través de ellos la sociedad, es el mero derecho al pataleo, lo más equitativa y documentadamente posible. Criticar todo y a todos. Echar sal en la herida y guijarros en el zapato. Ver y decir el lado malo de cada cosa, que del lado bueno se encarga la oficina de prensa; de la neutralidad, los suizos; del justo medio, los filósofos, y de la justicia, los jueces. Y si no se encargan, ¿qué culpa tiene el periodismo?”.

Es honesto y necesario explicitar desde dónde se habla -el mismo Verbitsky lo hace- , pues obviamente el intérprete tiene una mirada sesgada sobre la realidad. Ocurre que existe lo que a falta de un mejor término llamaría "responsabilidad social". No se puede tirar fruta todo el tiempo y pretender que tus ideas sean “respetables”.

“Que cualquiera pueda decir lo que quiera decir y escribir lo que quiera escribir y además pueda publicar. Con una sola condición, como dijo Alceo de Mitilene: que si vas a decir lo que quieres, también vas a oír lo que no quieres”. (Roberto Bolaño)

Tomás Abraham merece respeto como persona, lo cual no equivale a respetar todas sus ideas. Me refiero, por caso, al siguiente artículo:

http://tomabra.wordpress.com/2011/09/18/transgredir-perfil-1892011/


ORÍGENES DEL "CUALUNQUISMO" SEGÚN TERÁN:


El igualitarismo es una marca fundacional de la manera de ser argentino, cosa que no ocurrió en el resto de Hispanoamérica. Ya en el siglo XIX se entendía aquí a la democracia como democracia social, no como democracia política. La democracia -dice Sarmiento en el Facundo, en 1845- ya había penetrado hasta en las capas mas bajas de la sociedad argentina. Este fenómeno se extiende treinta o cuarenta años más tarde del mundo criollo al de la inmigración, que viene con un fuerte impulso de participación. Es absolutamente falso que los extranjeros no querían participar en política. Participaban, y hubo ciertos canales para la participación desde el principio. El radicalismo yrigoyenista vino a ofrecer la posibilidad de realizar la ciudadanía política, acompañada con una pulsión hacia la caída de la deferencia.

-¿La caída de la deferencia?

- Porque en la Argentina los de más abajo miran a los ojos a los de arriba. "Mirar a los ojos" es el síntoma de la caída de la deferencia, es el signo más evidente de la convicción que tienen los argentinos de ser y sentirse iguales. Esto ocurre desde siempre, ya estaba en la idiosincrasia del gaucho, fue activado por las revoluciones, las guerras civiles y otros fenómenos a lo largo de la historia argentina, con su gran culminación el 17 de octubre de 1945. De ahí en adelante desaparece absolutamente esa idea del tributo que los de abajo tienen que rendir a los de arriba a cambio de la protección que los de arriba brindan a los de abajo. Yo viví bastantes años en México y allí hay gente que, aún hoy y más allá de su situación económica, a ciertos lugares no puede ingresar, no se anima a ingresar. Siente que no tiene derecho a entrar. Ése es un fenómeno que se da en casi toda América latina y que aquí no existe o existe poco. Aquí uno tiene el derecho de estar en todas partes.

- Hoy ¿seguimos siendo una sociedad igualitaria?

-Somos una sociedad imaginariamente igualitaria, en el deseo y en todo aquello que los sujetos se asignan como derechos adquiridos. Es imposible entender ciertos fenómenos que ocurren todos los días sin entender esta pulsión o esta convicción de igualitarismo. Es imposible ver como se mueven los piqueteros, los travestis, los vendedores ambulantes, por ejemplo, sin esta idea de que todos somos exactamente iguales y tenemos derecho a ocupar espacios que no están vedados absolutamente para nadie.

-Esto es lo que nos hace también una sociedad difícil de gobernar?

-Lógicamente, porque el igualitarismo tiene un doble rostro. Es extraordinariamente elogiable por el modo en que ha contribuido a que la gente adquiera derechos. Pero se sabe que cuanto más igualitaria es una sociedad, también es mucho más difícil de gobernar. A lo que hay que sumar las dificultades que surgen cuando el igualitarismo se convierte en "cualquierismo" o en "qualunquismo".

-¿Qualunquismo...?

-Es el desconocimiento de ciertas jerarquías que no tienen nada que ver con la democracia. Algo típicamente argentino. Salga a la calle y lo comprobará: gente que sin instrucción, sin mérito, sin esfuerzo, sin especialización en nada, opina de cualquier cosa. Las consecuencias son desquiciantes. A ello súmele que somos una sociedad de altas expectativas en cuanto al acceso a bienes materiales y simbólicos, proyecto que de alguna manera funcionó hasta 1930, hasta 1950, hasta 1970, y que de pronto dejo de funcionar. Pero el imaginario colectivo sigue constituido sobre la base de una sociedad de altas expectativas, expectativas que no se realizan; lo cual genera frustraciones, anomia, privatización y erosión del lazo social. Todo esto lo venimos observando en los últimos 30 o 40 años.

3 comentarios:

  1. Adhiero, los artículos que Abraham escribe en Perfil no me gustan para nada, aunque es un tipo hábil.

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  2. Abraham está con Binner pero también es un crítico que marca lo que a él le parece malo, no es un perrito faldero. Como los propagandista-empleados Ricky Forster (Frente para la Victoria) y Alejandro Rozitchner (Pro). Leí alguna que otra columna en La nación y coincido que son un barullo de citas culturales; me parece que lo perjudica un poco la extensión de los textos en ese diario. Saludos.

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  3. No hay problema con que esté con Binner, sólo que me gustaría que haya más periodismo político auténtico y menos proliferación de fruta/todología en los medios. Alejandro Rozitchner es pésimo.
    He leído libros muy buenos de Ricardo Forster, sobre Walter Benjamin, aunque a sus notas sobre política no les doy pelota.
    Saludos

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