jueves, 31 de marzo de 2011

PETER CAPUSOTTO Y LA CULTURA MENEMISTA

“Somos indios latinos con guitarra eléctrica y comunicados a través de Internet”. (Pity Álvarez)

La cultura menemista es el hijo bobo de un matrimonio híbrido entre dos seres que- a priori- no estaban destinados a juntarse: cierta tradición nacional-populista y el neoliberalismo internacional. El resultado de semejante unión ha dado retoños con un nivel de pelotudez que merecería el desprecio de todo un gallinero.

El menemismo me remite a Peter Capusotto y su famoso auspicio: Restaurant “Uh, nos rompieron el orto”, donde los típicos canelones de verdura son llamados “tubos de pasta arrollados habitados por aglomerado de vegetales en tritura”. Un lugar donde los precios son exorbitantes y las porciones “más chicas que la mierda”:


La humorada viene a ser una parodia a establecimientos onda Te Mataré Ramírez, donde tratan de hacer sentir al cliente como parte de una suerte de distinguida aristocracia culinaria. Según el sociólogo argentino Matías Bruera, a partir de la década del 90 se produce un fenómeno mundial respecto de la proliferación de la cultura gourmet, fenómeno exacerbado hasta el paroxismo en la sociedad argentina. Este tipo de cultura viene a ser una especie de sofisticación de los paladares, de refinamiento del gusto, en un país que es productor mundial de materias primas. Cuesta creer semejante paradoja, pero en este bendito país donde se celebra la cultura gourmet, un gran porcentaje de la población se vio masivamente obligada a revolver entre los desperdicios de la basura como consecuencia de la crisis de 2001. Cabe destacar que el hecho de que tantos argentinos se hayan visto destinados a vivir de los desperdicios fue -en gran medida- consecuencia de una decisión política: la caída de una convertibilidad "ficticia" donde, hasta ese momento, un dólar "valía" lo mismo que un peso. Otro punto central: somos un país donde el 60% de la tierra está plantada con soja transgénica.


"SOMOS LO QUE COMEMOS"

Esta frase es una traducción castellana de un juego de palabras que tiene sentido en su idioma original: Man ist was man isst (uno es lo que come). Más allá de si la frase hecha se corresponde exactamente con la realidad de nuestro ser, es importante destacar que también y sobre todo SOMOS LO QUE PRODUCIMOS. Cuando se insiste en la distribución no se puede pasar por alto la PRODUCCIÓN DE ALIMENTOS. Ojo, cuando se habla de distribución también debe hablarse de crecimiento: ni crecimiento sin distribución ni distribución sin crecimiento. Pero no soy economista, con lo cual no voy a meterme en ese berenjenal ni a desviarme más del tema. Respecto de la importancia de la soberanía alimentaria, puede verse esta entrevista a Bruera:



EL "ESTILO" MENEMISTA
En rigor, más que hablar de una “cultura” menemista homogénea, entendida como conjunto articulado y específico de ideas y valores, sería más exacto -como bien sugiere Terán- aludir a cierto “estilo” menemista. El estilo menemista valoraba el pragmatismo, no sólo "como un rasgo cultural de los tiempos", sino como una cosmovisión incuestionable que reducía a sus funcionarios al papel de un tecnicismo acrítico.


Gino Germani decía que, cuando se introducen elementos de modernización en sociedades tradicionales, terminan por reforzar conductas tradicionales. Oscar Terán da el siguiente ejemplo: “la exitosa articulación de la Argentina de fines del siglo pasado en el mercado capitalista mundial era un signo de modernización. Pero, colocada ella en un sector latifundista que no tenía una moral productiva, terminó por reforzar una moral señorial, de señores de la tierra que no se dedicaron a la acumulación capitalista sino a tirar manteca al techo, al consumo suntuario”.

Durante el menemismo se racionalizaban "aquellas decisiones que implican graves costos sociales mediante la réplica permanente de que se trata de la única opción posible, frente a la cual no se reconoce ninguna alternativa válida. Así, el menemismo denominará como 'romántico', cuando no riesgoso para la gobernabilidad, todo lo que no se ajuste a esta concepción de la realidad". (Oscar Terán)

El estilo de Menem confundía "sinceramiento" con cinismo: no tuvo empacho en afirmar que si hubiera hecho todo lo que prometió en su campaña inicial, nadie lo hubiese votado. El escritor irlandés Oscar Wilde definía al cínico como "aquel que conoce el precio de todo y no le da valor a nada". Según Terán:

"(...) el menemismo se autoconstruye como aquel viento que habría venido a mostrar súbitamente el rostro desnudo de los argentinos, puesto que es sabido que pobres hubo siempre y que nadie se hizo rico trabajando. Amén del elemento de igualamiento y generalización hacia abajo de este tipo de operativos simbólicos, resulta nítido que la propuesta que lo sostiene es la sustitución de la hipocresía por el cinismo, con lo cual -como se dice- el vicio se exime de pagar tributo a la virtud".

El particular neoliberalismo menemista se conjugaba con cierta tradición populista de borramiento institucional y de confusión del patrimonio público con el privado: el polideportivo de Olivos, la pista de Anillaco, etc. Lo curioso es que, hoy en día, muchos medios y buena parte de la sociedad civil piden un menemismo sin corrupción.

Hay algo que escribe Terán que me hace mucho ruido y me parece fundamental, y que en parte se ha podido reconstruir gracias a algunas actitudes "simbólicas" muy importantes ocurridas durante el gobierno de Kirchner:

"(...) la reconciliación (por parte del menemismo) celebratoria con algunos miembros conspicuos del antiperonismo más autoritario, al no haber sido procesada democráticamente, produce un borramiento de la historia. Quedan así como gestos de arbitraria resignificación que rompen la cadena de sentido a partir de la cual los sujetos construyen su pasado, así sea para modificarlo".


El análisis del "estilo menemista" para concebir lo real nos ayuda a entender la proliferación de countries y barrios privados en momentos en que la brecha entre pobres y ricos era (sigue siendo) “escandalosa”, por usar un adjetivo pinosolanístico.

Personalmente me sorprende cómo algunos personajes fueron -quizá hoy ya no tanto- vistos como simpáticos o transgresores para gran parte de nuestra juventud: Mario Pergolini, Pettinato, Lanata, y tantos más. Creo que se explica, en gran medida, como consecuencia de "la cultura" de los noventa, de cierto fascismo de la ignorancia que obviamente no es patrimonio de "los noventa" sino que atraviesa buena parte de lo que algunos llaman "posmodernidad".


MIKI VAINILLA



http://www.youtube.com/watch?v=esaS3EHAEaA

No voy a analizar a fondo este personaje genial de Capusotto -una mezcla de cantante de Miranda con Hitler y Chaplín- porque casi se analiza solo. Sólo quiero destacar el diálogo entre el cantante pop y la voz en off, que interroga desde un papel democrático y bienpensante la autenticidad evidentemente nazi y fascista del cantante pop. Al principio Vainilla se hace el gil, pero cuando el entrevistador “republicano” y “democrático” lo refuta, se enerva y contesta con argumentos absolutamente berretas: “¡No, no, eso no te lo voy a aceptar! ¿Vos sabés que vamos a sacar un plan de asignación por hijo, y que cada chico va a recibir todos los meses tres bolsas de basura para que puedan revolver y se puedan alimentar de la misma, y que va a incluir un pasaje de camión a un país limítrofe para que cada chico pueda tener su tierra, y cada uno va a tener un lote de dos metros cuadrados que les va a alcanzar para estar acostados y tirados en el suelo después de fumar paco que es lo único que saben hacer? ¿Lo sabías?”. La voz contesta “no, no lo sabía”, y Miki le retruca enojado: “¡Entonces no hablés!”. La conciencia bienpensante se queda tranquila y no dice nada más.

EL EMO


http://www.youtube.com/watch?v=C5xoP4AIeZo&feature=fvsr

Capusotto y Saborido parodian cierta configuración de "la juventud", atravesada por la mercantilización creciente de todas las relaciones sociales. A través de la figura del “emo” se muestra el individualismo y la banalidad, en conjunto con la proliferación de las redes sociales, la virtualidad y el intercambio de imágenes privadas y públicas.

El emo utiliza un lenguaje existencialista: el mundo sin Dios, la existencia fragmentada y absurda... la conciencia de que somos “el único animal que sabe su muerte”. Sin embargo, a diferencia del legado filosófico de Kierkegaard o Sartre, el personaje del emo no pretende hacernos comprender el sinsentido del mundo: se ubica en un narcisismo que lo lleva permanentemente a mostrarse. “¡Filmáme Mirta!”.

El emo ni siquiera puede elegir entre tomar el café con azúcar y sin azúcar, porque es absolutamente incapaz de proyectarse, de responsabilizarse de su ser. Ofrece sus temas musicales a dos tipos de públicos: desconocidos de la web y a sus seres cercanos. Entre sus seres queridos está su novia, sus amigos y el psicólogo, quienes lo comprenden y le dicen que es creativo; el padre lo considera “un pelotudo”. El padre representa la cultura anterior, más “barrial”, que no entiende los nuevos modos de sus hijos.

Para finalizar, les dejo las anécdotas de una señora amiga de Borges y Bioy Casares:


http://dialogandodemiconmigo.blogspot.com/2009/05/la-meta.html

miércoles, 30 de marzo de 2011

¡DEMOCRACIA NO ES AUSENCIA DE CONFLICTO!

Aclaración: el post es muy general, y toca principalmente cuestiones relacionadas con la "filosofía política", con "lo simbólico", con lo cual no busquen validaciones empíricas al modo de las ciencias sociales.


Para Maquiavelo –leído bajo la lente de Claude Lefort- la política implica esencialmente un conflicto entre dos deseos: “oprimir” y “no ser oprimido”. Cada uno de estos deseos es la negación definitiva del otro. El tema es que no se trata de una lucha “por algo”, y por lo tanto no tiene culminación: sólo se puede renegociar una y otra vez. La eliminación del conflicto no sólo es imposible sino además no deseable. Es más: para Lefort, el deseo y el fantasma de la eliminación del conflicto tuvo un papel relevante en la conformación de los regímenes totalitarios como el estalinismo y el nazismo. Mientras que la política clásica considera que el desacuerdo tiene su fuente en los errores de juicio provocados por el sometimiento de la razón a las pasiones, Maquiavelo descubre la irreductibilidad de la división social. (Amplío al final)


Según Lefort, Maquiavelo es el primero en ver al poder no como una "cosa en sí", sino como un entrecruzamiento de conocimiento y no conocimiento; como una relación de polaridades en conflicto constante.

El sueño racionalista de una sociedad reconciliada consigo misma y liberada del conflicto es, en el mejor de los casos, una utopía inconsistente alimentada por algunos pensadores sin asidero en la realidad efectiva o, en el peor, un proyecto mortal cuya puesta en práctica implica el necesario aplastamiento de la sociedad en su conjunto.

En las democracias modernas, la fuente legítima del poder radica en el pueblo. ¿Pero quién puede arrogarse el papel definitivo de "representante de la voluntad popular"? El alegato de cada persona que diga estar hablando “en nombre del pueblo” o como representante de lo que “piensa la gente” -como hace tanto conductor televisivo/periodista tilingo- debe validarse por medio del discurso, y cada alegato está siempre abierto a discusión. Se trata de un vacío simbólico de poder, que no puede encarnarse/corporizarse de modo definitivo en ningún presidente ni representante político alguno.

Ahí radica el motivo por el cual jamás puede establecerse con certeza al verdadero vocero del pueblo. Para nosotros los "modernos", nociones como "patria" o "pueblo" son esencialmente abstracciones, o en todo caso lugares vacíos que cada quien llena como le parece en virtud de su propia cosmovisión o ideología. Quien dice ser la voz de los que no tienen voz NO PUEDE SER la encarnación de dicha voz, sino alguien que necesariamente se encuentra EN LUGAR DE. No importa cuáles sean sus intenciones: pueden ser benévolas, altruistas, demagógicas, interesadas o lo que fuere. Como el lugar del pueblo está siempre “vacío”, esto genera una ansiedad tremenda en épocas de crisis. Para Lefort, los movimientos totalitarios son una respuesta a la experiencia moderna de la vacuidad, que intenta llenar este vacío de poder. Vacío que, repito, es intrínseco a la democracia moderna. El carácter simbólicamente "vacío" del poder en un regimen democrático actual es constitutivo de lo político. 


El proyecto totalitario, en las formas comunista y fascista, buscó llenar el lugar vacío con una materialización del “pueblo-como-uno” y ya no en conflicto consigo mismo. En este tipo de regímenes, todos los conflictos sociales, que necesariamente siguen existiendo -porque la política JAMÁS puede eliminar el conflicto-, terminan siendo proyectados al exterior: al Otro malvado, al extranjero, al enemigo del pueblo. Aclaración: cuando hablo de gobierno "totalitario" me refiero específicamente al estalinismo o al nazismo, no a lo que un idiota político como Vargas Llosa podría denominar "totalitario".


EL TESTIGO

“Los que sobrevivimos a los campos de concentración no somos los verdaderos testigos. Esta es una idea incómoda que gradualmente me he visto obligado a aceptar al leer lo que han escrito otros supervivientes, incluido yo mismo, cuando releo mis escritos al cabo de algunos años. Nosotros, los supervivientes, no somos sólo una minoría pequeña sino también anómala. Formamos parte de aquellos que, gracias a la prevaricación, la habilidad o la suerte, no llegamos a tocar fondo. Quienes lo hicieron y vieron el rostro de la Gorgona, no regresaron, o regresaron sin palabras”. (Primo Levi, sobreviviente de un campo de concentración nazi y autor de dos libros geniales: "Si esto es un hombre" y "Los hundidos y los salvados").


Lo que sugiere Levi es que no sólo la historia la escriben los que ganan, sino que en cierto modo los "verdaderos testigos" son los que no pueden dar testimonio de su experiencia como oprimidos. Digamos que la historia de los vencidos se escribe con el inestimable testimonio de los "vencidos-vencedores" que han podido "vivir para contarlo" (cuestiones que como muchos sabrán se plantean en las "Tesis de filosofía de la historia" de Walter Benjamin). Esto es tema de otro debate muy denso -Agamben, entre otros autores, ha escrito sobre el particular-, pero lo sugiero para dar a entender que nunca se le puede dar REALMENTE voz a quienes no tienen voz. Esto de ningún modo implica renunciar a la aspiración de alcanzar una sociedad lo más pluralista posible, donde no TODAS -sería una pretensión vana- sino la mayor cantidad posible de voces tengan la posibilidad de ser escuchadas. Y sobre todo: donde las voces de los más débiles tengan representación. De ahí la importancia de una ley de medios audiovisuales, para tratar de democratizar el "monopolio legítimo de la opinión pública y la cultura" que se arrogan para sí los medios hegemónicos.


LA POLÍTICA: LIBERTAD E IGUALDAD


Según la concepción de Castoriadis, la función de la política no es hacer al pueblo feliz, sino libre. Se trata de un deseo que jamás se alcanza pero al que se debe aspirar. En palabras de Castoriadis:



“(…) es falsa la idea de que el objeto de la política sería la reducción de la miseria y finalmente la felicidad. Incluso es una idea –y que Rorty me disculpe- muy peligrosa. Si la meta de la política fuese volver feliz a la gente, alcanzaría con votar leyes que decretaran la felicidad universal mediante, no sé, la música de Cage, la lectura obstinada de los Upanishad, tal o cual práctica sexual… Pero todo esto depende de la esfera privada, íntima, y es perfectamente ilegítimo tratarlo en el agorá –la esfera público-privada-, y menos aun en la ekklesía, la esfera pública-pública”.


No puedo menos que adherir a las palabras del amigo Cornelius (no voy a entrar a hilar fino porque sería demasiado complicado para un espacio que pretende ser de discusión): la gente que está dispuesta a hacer la felicidad de la gente aún contra su propia voluntad es peligrosísima. Es casi como promover una ley para que tal mina que me ignoró en un cheboli se vea obligada a darme pelota.

¿Y entonces porqué debemos eliminar la miseria y disminuir la pobreza? Sencillamente porque reduce a "esclavitud" (aunque no en el sentido griego) a quienes azota, impidiéndoles ser ciudadanos auténticos. Si hay gente lo suficientemente rica como para comprar a personas lo suficientemente pobres como para verse obligados a venderse, el ejercicio de la libertad se ve fuertemente disminuido. De todas formas, es cierto que está el problema de "qué se entiende por libertad".

Cuando alguien dice que “los lectores eligen leer libremente Clarín” está diciendo una mentira burda, o cuantimenos una verdad a medias. En el mercado capitalista, los precios no tienen mucho que ver con los costos; ni el mercado se parece a una suerte de fluido etéreo que pasa inmediatamente de un sector de la producción a otro porque es ahí donde pueden hacerse mayores beneficios. Los precios se relacionan, esencialmente, con una relación de fuerzas. ¿O alguien piensa que "elige" ver cine yanqui porque sus películas "se imponen por mérito propio" al competir en un supuesto mercado libre? ¿Cuántas opciones tiene el consumidor para no elegir a Windows como sistema operativo? No hay verdadero argumento económico y racional que permita decir: “una hora de trabajo de tal hombre vale tres veces más que la hora de trabajo de tal otro”. ¿Cuál es el argumento RACIONAL por el cual Messi “merece” cobrar varios millones de dólares mientras un docente gana anualmente menos de lo que un futbolista genial como él gana en un día? La distribución de los ingresos no es más que una relación de fuerzas condicionada social e históricamente, y no presenta una conexión causal universal y necesaria con el "mérito" ni la "excelencia". Obviamente puede existir una relación con el mérito o la excelencia, como ocurre en el caso de Messi; o no existir en absoluto: como mayormente ocurre en el contenido de las notas de Clarín. 


Esa fantasía de un mercado libre donde los consumidores DECIDEN es absurdo por donde se lo mire: el voto de un gran financista como Donald Trump vale un millón de veces más que el del norteamericano promedio. El mercado capitalista y la democracia, normalmente no coinciden. (Ojo: "mercado" no es sinónimo de "mercado capitalista"). Lean "La gran transformación" de Karl Polanyi y sabrán de lo que hablo.

 
P.S.: Toqué muchos temas a vuelo de pájaro, y sé que tal vez la lectura se presta a confusión. Ocurre que desplegar cada tema tornaría quilométrico el post. Si alguno quiere mejorarlo con su comentario adelante!!

AMPLIACIÓN A PARTIR DE LEFORT:

Aclaración: repito que el post corre el riesgo de mezclar tesis de filosofía política con teorías sociológicas (que pretenden tener un correlato empírico). Amplío un poco lo que dijo Lefort usando algo que Gabriel Kessler resume a propósito de su obra "El sentimiento de inseguridad: sociología del temor al delito":

La idea de la democracia como forma de sociedad implica, entre otras cosas, aceptar los márgenes de incertidumbre sobre las conductas de los otros y la conflictividad como parte consustancial de la vida democrática. En palabras del propio Lefort: "la democracia se instituye y se mantiene por la disolución de los referentes de certeza. Inaugura  una historia en la que los hombres experimentan una indeterminación última respecto del fundamento del poder, de la ley y del saber y respecto del fundamento de la relación del uno con el otro en todos los registros de la vida social". Si partimos de la idea de que el estado natural de una sociedad no es el orden, sino una tensión entre orden y conflicto, y de que el delito es una de las expresiones de la conflictividad de la vida social, la sensación de inseguridad puede ser vista como una de las implicancias de la incertidumbre propias de la sociedad democrática.

Ahora bien- nos dice Kessler-, ¿qué hacen los individuos cuando esa situación se torna intolerable? Lefort advierte acerca de la amenaza totalitaria:

"Cuando la inseguridad de los individuos crece como consecuencia de una crisis económica, o de la devastación de una guerra; cuando el conflicto no encuentra su resolución simbólica en la esfera de lo político; cuando el poder parece decaer al plano de lo real y aparece como algo particular al servicio de los intereses y apetitos de vulgares ambiciosos,dicho brevemente, se muestra dentro de la sociedad y al mismo tiempo ésta se deja ver como fragmentada, entonces se desarrolla el fantasma del pueblo uno, la búsqueda de una identidad sustancial, de un cuerpo social soldado a su cabeza, de un poder encarnador, de un Estado libre de la división".

De modo semejante a lo que ocurre en la teoría de Hobbes, la dificultad de aceptar la incertidumbre y la conflictividad del orden social no llevaría maquinalmente a la adscripción totalitaria, pero contribuiría a instalar la pregunta sobre la conveniencia de una sociedad sin divisiones, capaz de expulsar el conflicto de su interior.

Un tema central en relación con el delito es el saber. Lefort advierte que la sociedad democrática actual exige aceptar que no existe un saber último sobre lo social, una suerte de transparencia que permita reducir la incertidumbre. En épocas de mayor incertidumbre, la carencia de ese saber es una fuente de angustia y la fantasía de su existencia puede acrecentarse. De este modo se explicaría el apoyo de varios entrevistados -analizados por Kessler- a Juan Carlos Blumberg, a quien muchos adhirieron aun sin compartir o sin conocer sus ideas, porque, finalmente, "hay alguien que sabe qué hacer". Ante la sensación de falta de soluciones, las certezas de pelotudos al cuadrado como el diputado salteño "campera amarilla" Olmedo puede hacer estragos.

Incorporo la interesante intervención de Dolina con Pinti, pues se relaciona lateralmente con mi post, de un modo "doñarosístico" pero interesante como introducción para no entendidos:


http://www.youtube.com/watch?v=fBgyQLGu94s&feature=related


Link ampliatorio: http://artepolitica.com/comunidad/ellos-o-nosotros-2/

martes, 29 de marzo de 2011

"ASESINOS SIN ROSTRO" DE HENNING MANKELL

Henning Mankell (Estocolmo, 1948) es un escritor sueco -casado con la hija de Ingmar Bergman- que se hizo millonario narrando el lado oscuro de la sociedad sueca a través de las aventuras y desventuras de un personaje llamado Kurt Wallander: un detective cuarentón cuya inteligencia no es infalible ni se acuesta con las mejores mujeres ni los caga a trompadas a todos sino que es divorciado/abandonado por su mina y toma café y bebe alcohol y está expuesto a la acidez estomacal y su padre viejo/senil le rompe las pelotas y su hija -que es rubia, joven y linda y mecachendié sale con un negro africano- no le da mucha pelota y...

Ok, si Theodor Adorno viviera posiblemente diría que Henning Mankell es un fiel representante de la industria cultural, pero el filósofo alemán murió hace más de treinta años y yo en cambio estoy vivo y realmente pude disfrutar leyendo “Asesinos sin rostro” (Mördare utan ansikte), el primero de los nueve libros protagonizados por el detective sueco Kurt Wallander. 

Las peripecias de Wallander se leen mejor en invierno -o en días en que hace frío-, y la experiencia mejora todavía más si lo hacemos frente a una taza de café humeante. ¿En qué estudio científico me baso para afirmar semejante cosa? Es lo de menos, pero les juro que es verdad. (Ojo, no creas en todo lo que dicen los medios, ni siquiera lo que digo en este blog: el espíritu crítico y Majul son los que te van a salvar).

Es cierto que hay autores más imaginativos o que escriben mucho mejor, pero son pocos los capaces de lograr que -si se cuenta con tiempo aunque en realidad se lee CONTRA el tiempo y no A FAVOR del tiempo y tal- uno "se enganche" y los lea de un tirón, o de tres o cuatro. Además... ¡admitamoslón (sic)! Uno adora bandas como Radiohead, pero a menudo es más sencillo pasarse el día escuchando a los Strokes que aguantar veinte temas seguidos de Violeta Parra, Roger Waters (disculpas Roger, sabés que te amo), Arcade Fire o King Crimson (ojito que nombré todas bandas que me gustan mucho, ¡no jodan los fundamentalistas!)...

La traducción “gallega” es medio molesta para nosotros los rioplatenses: frases como “si se daba prisa tendría tiempo de bajar al puesto de perritos calientes y comer algo antes de la reunión” nos sugiere imágenes de rropes salchichas a punto de abotonarse en lugar de hacernos visualizar panchos con mostaza y ketchup. De todos modos me pongo en profesor universitario y digo: ¡quedáos tranquilos, hipócritas lectores, la versión de Tusquets es directa del sueco (lo digo por si algún perejil quiere cotejar la traducción con el original ??)!


No cuento en detalle la trama porque pierde la gracia -más aún tratándose de un policial/novela negra-; pero sí digo que básicamente se trata de la resolución del crimen de un matrimonio de ancianos horriblemente torturados cuya víctima mujer antes de morir pronuncia la palabra “extranjero” y entonces Suecia y la globalización y la intolerancia y "será de dió" esto antes en Swedenlandia no pasaba y ahora con la droga está todo más jodido...

Aquí tienen bellos paisajes donde transcurre la obra:


En referencia a la esposa de Wallander, hay un fragmento donde se dice que el protagonista “se dio cuenta demasiado tarde de que ella había preparado su partida con todo detalle. Un viernes le había dicho que quería divorciarse y el domingo siguiente le había dejado y se había ido al piso que ya había alquilado en Malmö".

Ese fragmento me suena verosímil: hombre enfrascado en resolver crímenes sin darse cuenta que mujer está craneando una resolución que luego parece drástica pero no porque fue largamente meditada y entonces la mujer y entonces el hombre y entonces el amor y la imposibilidad del pobrecito detective que se siente un lósa y siente nostalgia de tiempos pasados en donde él y su jermu se amulaban el noema y se entreveraban en hidromurias.

Yo no Leo Messi ni Leo Farinella... yo leo Mankell.

lunes, 28 de marzo de 2011

LA PATADA DE GARCÉ

Ayer estaba mirando el partido de Boca contra Colón: un auténtico despropósito estético, salvo por algunos destellos de buen fútbol. Hacia el final del partido mi sobrinito -de tan sólo ocho otoños- se sienta al lado mío y comienza a darme charla:

-"Tío, ¿por qué ese jugador está tirado en el suelo?".

-"Porque Garcé, el defensor de Colón, le tiró una patada criminal".

-"Ah, ¿y por qué se va?"

-"Porque el árbitro lo expulsó como consecuencia del juego brusco".

-"¿Y porqué la gente lo aplaude?"

En ese momento me quedé pensando unos segundos, lo miré a los ojos y, tomando su blonda cabecita con ambas manos le rompí el tabique nasal de un cabezazo.

"¡¡Esto es fútbol pendejo, dejá de preguntar pelotudeces!! Y ni se te ocurra manchar el piso de sangre porque te lo hago limpiar todo con la lengua, ¿me escuchaste?"

domingo, 27 de marzo de 2011

"NO NOS GUSTA LA ESCUELA, QUEREMOS SALIR EN TELEVISIÓN"


Parece ser que un grupo de alumnos habrían sido los causantes del incendio en una escuela de Rosario que se produjo el jueves pasado.


En el lugar aparecieron leyendas escritas por los chicos como por ejemplo "no nos gusta la escuela, queremos salir en televisión".


Recuerdo el tema "I don't like mondays" de Boomtown Rats (donde cantaba Bob Geldorf):


http://www.youtube.com/watch?v=SaHAvEEbQOE

El tema se inspira, como casi todos saben, en el siguiente suceso:


Un 29 de enero de 1979, una adolescente de dieciséis años llamada Brenda Ann Spencer, mató a dos personas e hirió a nueve disparando con su rifle semiautomático hacia una escuela en California. Al rifle se lo regaló su papucho para Navidad. Cuando la detuvo la policía, su excusa por el crimen cometido fue "no me gustan los lunes".


El temor al aburrimiento puede hacer estragos:

http://dialogandodemiconmigo.blogspot.com/2009/03/aburrimiento-y-sociedad-de-consumo.html

sábado, 19 de marzo de 2011

PESSOA: FRAGMENTOS DEL "LIBRO DEL DESASOSIEGO"

El dibujo que ilustra los fragmentos es de Loodhmila

http://loohdmila.blogspot.com



(Fragmento 140)

A veces me sucede, y siempre que me sucede es casi de repente, que en medio de las sensaciones me brota un cansancio tan terrible de la vida, que no tengo ni siquiera la más mínima idea de cómo dominarlo. Para remediarlo, el suicidio parece incierto; la muerte, aun cuando suponga la inconsciencia, es poco todavía. El que siento es un cansancio que ambiciona, no el dejar de existir –lo que puede o no ser posible-, sino una cosa mucho más horrorosa y profunda, como es el no haber siquiera existido nunca, no haber sido nunca de ninguna manera.


(Fragmento 107)


Soy un alma de esas que las mujeres dicen amar, pero a las que nunca reconocen cuando encuentran; una de esas que, si ellas las reconociesen, ni aun así las reconocerían. Sufro la delicadeza de mis sentimientos con una atención desdeñosa. Tengo todas las cualidades por las que son admirados los poetas románticos, incluso esa falta de cualidades por la cual se es realmente poeta romántico. Me encuentre descripto (en parte) en varias novelas como protagonista de enredos varios; pero lo esencial en mi vida, como de mi alma, es no ser nunca protagonista.



(Fragmento 49)

Soy capaz, a solas conmigo, de idear incontables dichos ingeniosos, respuestas rápidas a lo que nadie dijo, fulguraciones de una sociabilidad inteligente entablada con nadie; pero toda esa capacidad se me desvanece si estoy ante otro físicamente existente, pierdo la inteligencia, la fluidez para decir, y, al rato, lo único que siento es sueño. Sí, hablar con la gente me da ganas de dormir. Sólo mis amigos espectrales e imaginados, sólo las conversaciones que transcurren en sueños, tienen una verdadera realidad y un relieve justo, y en ellos el espíritu está presente como una imagen en un espejo.

Me pesa, por lo demás, la sola idea de estar obligado a tomar contacto con otro. Una simple invitación a cenar con un amigo me produce una angustia difícil de definir. La idea de un compromiso social cualquiera –ir a un entierro, tratar con otro algún asunto en la oficina, ir a esperar a alguien a la estación, se trate o no de un desconocido- esa sola idea me estorba los pensamientos de todo ese día, y a veces incluso en la víspera ya estoy preocupado y duermo mal, y cuando al fin y al cabo las cosas ocurren resulta que no justifican semejante tensión; pero siempre pasa lo mismo y yo no aprendo a aprender.

viernes, 11 de marzo de 2011

SOBRE EL POPULISMO

Se me ocurren citar tres opiniones interesantes como para abordar -muuuuy a vuelo gallináceo- el tema del "populismo".


Según el filósofo Roberto Follari, autor de La alternativa neopopulista:
"La mayoría de los intelectuales son platónicos. Prefieren la coherencia interna en la comodidad subjetiva de su propia ideología, que las contradicciones y dificultades de abrazar realidades políticas, con sus espinas y sus asperezas e imperfecciones. Por tanto, para muchos intelectuales la mejor política es aquella de la que se habla, pero nunca se hace. Y se habla sin saber, porque la política jamás es una extensión directa ni de las propias intenciones ni de las nociones teóricas. Por eso, y por ser “ilustrados”, muchos intelectuales detestan al populismo, como extensión de su habitus de clase –alta o media-, para la cual los de abajo encarnan la grosería, la vulgaridad, la renuncia al pensamiento y a los libros, así como a la elegancia de los esquemas puros”.



No deja de ser interesante y tiene mucho de cierto esto que dice Follari. Como no he estudiado a fondo el tema, no puedo hacer ningún aporte mínimamente relevante. Se me ocurre contrastar el fragmento anterior con un fragmento de una entrevista que le hicieron al filósofo argentino Oscar Terán:

“Otro rasgo clave que nos describe es el populismo. Y una cultura populista dominante tiene una serie de cláusulas ideológicas, una de las cuales es el bajo nivel de institucionalidad. En nuestro país las instituciones tienen debilitada su capacidad de ser mediadoras entre los ciudadanos y el Estado. Por lo tanto, es mejor estar protegido por un puntero que por el Estado argentino. Primero porque el Estado argentino se corrió y, además, porque si no formo parte de una corporación sufro el serio riesgo de estar a la intemperie. La nuestra es una sociedad con fuertes componentes corporativos, y con un Estado y con dirigentes políticos que han aprendido muy bien esto. Es decir, que no están frente a una sociedad de ciudadanos, sino frente a una sociedad de fracciones de poder corporativas que cuando aparecen hay que capturarlas y cooptarlas para el Estado. Entonces, si hay un sindicato de metalúrgicos, al dirigente de los metalúrgicos lo vamos a nombrar ministro de Trabajo, y así todas las analogías, pasadas y presentes, que se le puedan ocurrir. Aparece un sector piquetero y lo metemos dentro del Estado, con lo cual se le resta autonomía al movimiento social y se confunde al Estado con un partido. En otros términos y desde otro ángulo de análisis, creo que una de las modificaciones que generó el primer peronismo fue romper con el modelo de trabajador llamémosle socialista. Un trabajador autónomo, que tenía que construir desde abajo hacia arriba, que no debía aceptar ser incluido en las redes del Estado, que tenía que ser laborioso, frugal y letrado. Bueno, el peronismo inventó otra cosa, de extraordinarios beneficios para los sectores populares, pero con rasgos muy diferentes de aquellos que se había pensado debía tener una clase trabajadora autónoma. Ahí hay una ruptura cuyos ecos resuenan hasta el presente.

Ahora, si esto ocurrió no fue sólo por la habilidad, la demagogia o la genialidad de Perón. Había una sociedad dispuesta a eso, ¿no?
Desde ya. Además, así como en otras sociedades se comprueba que, en general, hubo un cierto orden en la construcción de ciudadanía por el cual primero se adquirieron derechos civiles, luego políticos y por último sociales, aquí el orden fue distinto (lo cual no quiere decir “anormal”). Esto significa que fue anterior el acceso a la ciudadanía social que a la ciudadanía política. Lo cual construyó una matriz de cultura política que determinó de algún modo que los argentinos seamos más sensibles a la violación de los derechos sociales que a la violación de los derechos políticos. Esto es, que hayamos estado más dispuestos a protestar legítimamente ante la falta de acceso a la educación, a la salud o a la vivienda, que ante los golpes de Estado. Ocurrió así. Creo que ya no estamos en esa situación. Quiero creerlo. En este sentido, pienso que estos veinte años de democracia fueron excepcionales. Pero insisto en que debemos estar atentos para no tergiversar el orden de prioridades respecto de cuál es hoy el verdadero drama argentino: el de la exclusión social”. (Oscar Terán, El igualitarismo y otras cuestiones, entrevista realizada en 2004 por Carmen María Ramos).

ELOGIO DEL POPULISMO (Tomás Abraham)

 La barbarie ilustrada:
Hay una campaña de notables en medios también notables contra el populismo. Llamo notable a un personaje que se siente superior por su nivel cultural. Es un ser que hace de la división entre civilización y barbarie una credencial para ser invitado a embajadas, convertirse en un conferenciante de nota, académico laureado, columnista vip, hombre respetado por su "seriedad" y un ser mimado por otros notables.


Deriva de una acepción latina y de reminiscencias romanas que designa a un particular especimen de patricio. Un notable es un patricio del espíritu. Las palabras élites y aristocracia no hacen más que subrayar a esta especie.

Notables como el mexicano Enrique Krauze, el historiador Natalio Botana, Marcos Aguinis, J. J. Sebreli, el dos veces ex y posible postulante a futuro ex del Uruguay Julio Sanguinetti, están con una intensa actividad antipopulista. No es extraño en un mundo en donde dominan los Chávez, los Kirchner, los Evo Morales, y asoma la amenaza de los Tabaré Vázquez.

Los motivos aducidos de esta preocupación es la perceptible degradación en la calidad institucional de la democracia republicana. Pero las razones de esta preocupación pueden ser algo más complicadas y esenciales.

¿Qué es lo que defienden estos personajes? Una idea del individuo. Extraña idea, ya que esta noción del pensamiento político más que con la libertad tiene que ver con la seguridad. No hay individuo sin seguridad, es decir, sin intimidad resguardada, vivienda propia, trabajo que garantice un salario digno, educación que guíe en las alternativas del espacio cultural, protección social. Es lo que tienen los notables y carece la gran mayoría de la gente de los países que ellos habitan.

Ha sido una costumbre del discurso de los notables, que no es exclusivo de la gente diplomada, la de ser oradores de las luces y buenos contrabandistas en las sombras. Dobles apellidos de extenso linaje peroraron en tertulias y congresos sobre los bienes de la cultura mientras pagaban en sus latifundios con vales de proveeduría a sus neoesclavos, y esto se mantiene hasta la fecha, no es historia antigua.

¿A qué le temen estos personajes? A la demagogia y al clientelismo. No hay duda de que la famosa entelequia de la modernidad llamada "masas" los tiene a maltraer. Estas masas, que ellos ven como monos de una horda caníbal, son manejados por seres diabólicos que reparten planes de trabajo. El carisma, ponzoña resinosa que segregan estos tiranos, engaña a la tonta masa que los sigue hasta cualquier crimen. Pero el asunto es más simple. Un hombre despojado de su humanidad, sin trabajo, con los hijos sin futuro y con el presente del hambre, además de padecer la humillación de una sociedad que le explica que lo que ofrece en los escaparates dorados no lo merece, despreciado por el Estado que nada ha hecho sino burlarse de él, con una clase cultural que se viste de bronce y de apellidos y lo denigra con su verba empacada, encuentra en el caudillo, en el puntero, en la unidad básica alguien que le dio algo, una chapa para el techo, una escuela en la que los hijos pueden desayunar, una caja con alimentos, una changa en la municipalidad, es decir, que encontró respeto, y devuelve con lealtad. Y si la palabra lealtad produce espanto, usemos otra que gusta mucho más: confianza.

Por supuesto, que luego pueden ir los Aguinis y los Krauzes a decirle que sus dadores son corruptos, que recibieron coima en las obras públicas, y él, que ha sido deshumanizado por la realidad e inmerecidamente beneficiado -al menos de acuerdo al canon que enarbolan los señoritos notables- debería estar preocupado por la moral.

Pero claro que es necesario estar preocupado por la moral, especialmente por la moral de quienes defienden el muro de Sharon que encierra a palestinos en nombre de la realpolitik, a quienes están desesperados por proteger los restos de un partido centenario como el Colorado y lo que queda de una partidocracia obsoleta, quienes simpatizaban con Fox y otros magnates y ahora ya ni saben adónde apuntar, los que mientras el petróleo financiaba a parásitos políticos y becarios agradecidos, se sintieron más en democracia que con este actor bolivariano.

Dicen que Kirchner es peligroso, que los planes de trabajo crean vagos, que hay riesgo de hegemonía y absorción de la oposición, que se discrimina a periodistas y se reparten dádivas a cambio de elogios. La verdad es que sí, eso está mal, Argentina tuvo períodos en que estuvo mejor, es lo que dicen los notables. Por ejemplo, la época en que Federico Pinedo hizo su plan industrial, no importa que nadie se acuerde ya de eso, aciertos de Avellaneda, Mitre, Pellegrini, Roca, sí claro, magníficos tiempos aquellos, los de los estadistas de nuestra argentinidad, de vacas y mieses, antes de que la chusma irigoyenista entrara en escena.

Pero el populismo existe gracias a Dios y a los hechos históricos que defienden estos notables. Es la manera de supervivencia no de líderes demoníacos sino de pueblos abandonados por los cogotudos de la cultura, estos señores que sin el talento de Octavio Paz se visten con sus trajes de agregado cultural en ejercicio o en potencia. No vemos muchos notables así en los tronos del mundo, salvo que Aznar, Chirac y Bush, lo sean por ser blancos y parcos. Hablando de Bush, el populismo también es la estrategia de pueblos emergentes, quiero decir que sin gobiernos populistas nuestros países habrían estado definitivamente sumergidos gracias a las intervenciones norteamericanas. ¿Se olvidaron los notables del cuento del tiburón y las sardinas? ¿O pensarán que es otra muestra del facilismo criollo? El camino reformista, integrador, republicano, con impuestos progresivos, división social de la tierra, rol fuerte del Estado, nunca tuvo el apoyo financiero ni político de Estados Unidos, fue al revés, lo ha saboteado directamente, o se calló ante lo que consideraba el mal menor. Desde Somoza a Videla.

¿Qué más temen los señores de la alta cultura? Le temen al Estado, Leviatán monstruoso que la década del noventa sepultó gracias a otros o los mismos notables. No importa que el conocido Georges Soros repitiera más de una vez en sus campañas literarias que sólo un Estado fuerte en los mercados emergentes podía evitar que se hundieran bajo los flujos y reflujos financieros; nosotros acá ya habíamos comprado la idea de un Imperio Central con sus municipalidades dispersas por todo el planeta. Se llamaba el realismo del débil, que débilmente ha dejado apagar su voz. Ahora se viene la apariencia de una mayor presencia estatal, pero claro no sólo para desregular, y organizar videoconferencias, sino en relación con un par de millones de argentinos que por algun razón, también notable, se han quedado afuera de la civilización.

Olvidan los notables dos cosas. Una, que si tanto les importa el individuo y su dignidad, resulta que ésta se logra en la modernidad con un buen aparato judicial, el mejor posible, funcionando con relativa autonomía. El individuo no es una singularidad que recita poemas de memoria, sino un asalariado medio que puede llamar a un abogado y meterle un juicio con sentencia rápida a quien lo despidió inventando una justa causa. Por eso, en este sentido, los notables deberían estar satisfechos con ciertos movimientos de este gobierno en la materia. La otra cosa tiene que ver con la raza. El iyrigoyenismo y el peronismo fueron movimientos sociales masivos, pero fundamentalmente una realidad que desagradó al orden conservador porque metió razas oscuras en la historia. La raza de los italianos primero, la de los polacos judíos más tarde, los de las provincias en la capital luego, hoy hablamos de los inmigrantes de los países limítrofes a quienes este gobierno quiere legalizar. Los movimientos populistas, esos que se ven como una culebra tramposa, peor que la del Edén, fueron integradores de morenos, negros, narigones pelirrojos, turcos de almacén y matronas calabresas. Es decir, nuestro pueblo, nosotros, salvo los notables, que, en realidad, por más sublimes que se presenten, tampoco vinieron en una sonda marciana. (Enero de 2004)