viernes, 29 de mayo de 2009

BEATRIZ BIBILONI WEBSTER DE BULLRICH


DECIDÍ BORRAR EL POSTEO PORQUE PARECE SER QUE ESTOY AFECTANDO LA SENSIBILIDAD DE UNA FAMILIAR DE BEATRIZ BIBILONI.

MUY LEJOS DE MÍ LA INTENCIÓN DE HERIR A ALGUIEN. PRIMERO ESTÁ LO HUMANO. PIDO DISCULPAS SI OFENDÍ A ALGÚN PARIENTE  DE BEATRIZ BIBILONI WEBSTER DE BULLRICH.


viernes, 15 de mayo de 2009

IMPOSIBILIDAD DE CONOCER AL OTRO


Ningún ser humano es una isla, pero todos somos penínsulas: apenas conectados por un hilo a los demás, rodeados de un mar de soledad e incomunicación.

En el lenguaje vulgar, a poco de salir con alguien, decimos "nos estamos conociendo". Amar a alguien implica esforzarse por comprender al otro, pero…

Barthes tiene razón en que cuando amo a una mujer estoy atrapado en una contradicción insoluble: creo conocer a la otra persona, incluso le digo “nadie más que yo te conoce tal y como verdaderamente sos”. Luego me doy cuenta de que el otro es impenetrable, inhallable, irreductible... no puedo abrirlo, no puedo descifrar su enigma o estar “del otro lado”, como quería Cortázar.

“Con sus miembros amalgamados, gozan esa flor de la juventud, y ya sus cuerpos adivinan la voluptuosidad siguiente; Venus va a fertilizar el campo de la mujer; aprietan ávidamente el cuerpo del amante, mezclan la saliva, dientes sellados contra las bocas: vanos esfuerzos, porque no pueden robar nada del cuerpo que abrazan, ni penetrarlo o fundirse en el otro por completo. Porque, por momentos eso parece que desean…”.

¿Conocer a alguien no es acaso conocer su deseo? Las personas a quienes no amamos nos suelen parecer transparentes como el agua: no nos sorprenden. Barthes dice que el "no llego a conocerte” quiere decir “no sabré jamás lo que piensas verdaderamente de mí”. No puedo descifrarte porque no sé cómo me descifras.

No es cierto que cuanto más se ama mejor se comprende; lo que la acción amorosa obtiene de mí es solamente esta sabiduría: que el otro no es la pantalla de un secreto sino más bien una especie de evidencia, en la cual se anula el juego de la apariencia y del ser. Me sobreviene entonces esta exaltación de amar a fondo a alguien desconocido, y que lo seguirá siendo siempre: movimiento místico: accedo al conocimiento del no conocimiento.

O más aún: en lugar de querer definir al otro (“¿Quién es él”), me vuelvo hacia mí mismo: “¿Qué es lo que quiero, yo, que quiero conocerte?” ¿Qué sucedería si decidiese definirte como una fuerza y no como una persona? ¿Y si me situase a mí mismo como otra fuerza frente a tu fuerza? Ocurriría esto: mi otro se definiría solamente por el sufrimiento o el placer que me da”.